miércoles, 23 de enero de 2008

Después de la tempestad vendrá la calma...............

Después de la tempestad, vendrá la calma18 de enero de 2008, 04:00 AM
El famoso economista de MIT Rudi Dornbusch decía que las correcciones siempre ocurren más tarde de lo que uno espera, pero cuando ocurren, se desarrollan más rápido de lo que uno espera. El entorno actual nos hace ver cuán acertada es esa aseveración. En los últimos días hemos visto cómo el deterioro económico tomó un papel central no sólo en términos de su impacto sobre los mercados y sobre el daño a las expectativas de las empresas que empezaron a presentar sus reportes del cuarto trimestre; sino incluso en las primarias para la candidatura a la presidencia, donde los diferentes precandidatos parecen tratar de competir por el poco distinguido puesto de político más populista en la carrera presidencial. Siempre surgen “brillantes” ideas como, por ejemplo, la propuesta de Hillary Clinton de “congelar las tasas de interés de hipotecas ‘subprime’ durante cinco años”. Una medida así, que suena como el ansiado maná para quienes no pueden hacer frente a sus obligaciones, sería letal para el desarrollo del mercado hipotecario. Lo que uno quiere es que el costo de las hipotecas refleje la oferta y demanda en el mercado. Si las tasas de corto plazo bajan a dos o dos y medio por ciento –algo no descartable- la tasa “congelada” pudiera acabar siendo muy superior a lo que el mercado quizá estaría dispuesto a pagar. Como es usual en medio de una tempestad, la oscuridad y los truenos amedrentan a aquellos que considerarían lanzarse a invertir en medio de ésta. Como se dice en el argot bursátil, es arriesgado intentar atrapar un cuchillo que está cayendo. Otros inversionistas van aún más allá y consideran la posibilidad de salir de las posiciones más riesgosas e ir a refugiarse en bonos o incluso quedarse en efectivo. Pero esa estrategia conlleva otros tipos de riesgo. Mi primera pregunta a quien esté en ese dilema es: ¿a qué plazo está usted invirtiendo? La respuesta es relevante. Como he dicho muchas veces, el proceso de inversión sólo tiene sentido a plazos largos –cuando menos de cinco años- y mientras más largo sea, menos relevante será el punto de entrada al mercado. Sí, estamos ante una coyuntura poco usual. En palabras de Guillermo Ortiz, Gobernador de Banco de México, en una conferencia en el ITAM el 11 de enero: “sabemos que cuando a los Estados Unidos les da un catarro, al resto del mundo le da pulmonía; la pregunta es qué pasa cuando a la economía estadounidense le da pulmonía”. Sin embargo, si de invertir se trata, también resulta poco usual la fortaleza actual de situación financiera de las empresas estadounidenses. ¿Hará esto que la recesión no ocurra? Difícilmente; pero sí puede suavizarla. Las empresas estadounidenses cuentan con cuantiosos recursos para invertir y –particularmente las grandes- cuentan con la posibilidad de financiarse sin pasar por el vapuleado sistema bancario, haciendo simplemente emisiones públicas de deuda. Ante la posibilidad de que en entornos extremos –como la súbita contracción del “carry trade” japonés- donde el dólar profundizara su caída, las acciones de las empresas estadounidenses presentan un cierto grado de protección, dada la fuerte participación en las ventas totales de ingresos generados en otros países (alrededor de 50% para las 500 empresas más grandes). ¿Quiere esto decir que la bolsa estadounidense no va a bajar? No, seguramente lo hará, parece probable que lo haga durante el primer tercio del año. Las preguntas relevantes tienen que ver con pronosticar si bajará mucho y, más aún, proyectar cuándo será oportuno comprar. La respuesta nadie la sabe, y si yo la supiera estaría escribiendo esto desde mi villa en Acapulco, en vez de estarme congelando en mi oficina en Nueva York. Recuerde dos cosas que he repetido hasta el cansancio. El proceso de invertir no es una carrera rápida, es un maratón. En éstos, a veces se va de subida y a veces de bajada. Pero lo importante es tener la meta clara, tener un objetivo siempre presente. Como dijo Lewis Carroll: “si no sabes a dónde vas, cualquier camino te lleva a tu destino”. Segundo, invertir no se trata de adivinar, sino de tener un proceso sistemático para correr riesgos en forma eficiente. Si lo que quiere es apostar, mejor váyase a las Vegas, la probabilidad de ganar es parecida y allá le regalan los tragos. Es exactamente esa imposibilidad para pronosticar cuánto durará y de qué magnitud será la baja lo que hace que sea también riesgoso vender posiciones en el mercado accionario en busca de optimizar el momento para volver a entrar. A diferencia de lo que ocurrió cuando reventó la burbuja de Internet, cuando las valuaciones de las empresas de tecnología no tenían sentido, ahora la bolsa está a la baja reflejando una situación económica recesiva; pero –fuera del sector financiero- no podemos afirmar que la bolsa esté evidentemente cara. Lo único seguro de decidir salirse de la bolsa en este momento es que se generarán dos costos: uno para vender, y otro para volver a comprar. Adicionalmente, uno de los ejercicios más difíciles es el de lanzarse a comprar en medio de un mercado a la baja. Una vez más, el cuchillo puede atravesarnos la mano. Pero, para saber que un mercado ha dejado de caer, tiene que haber una clara tendencia de alza. Esto quiere decir que para cuando decidamos comprar nos habremos perdido de la primera –y muy rentable- fase de la recuperación. ¿Cree que sea posible acabar recomprando en un precio superior a aquel en el cual se entró? Seguramente, sobre todo si consideramos costos de salida y entrada. Es importante recordar que típicamente las bolsas se adelantan al ciclo, por lo cual ésta tocará su punto más bajo probablemente cuando la economía aún no empiece a recuperarse. ¿Y para aquellos afortunados que tienen la pólvora seca y pueden empezar a invertir en este entorno? Los felicito; aprovechen la oportunidad para ir haciéndose muy gradualmente de posiciones en los sectores adecuados a precios razonables. No trate de buscar el punto más bajo, lo conseguirá solamente de forma accidental. Tenga claro a qué precio una inversión es objetivamente atractiva, e idealmente aproveche las bajas para ir comprando. Es mucho más importante decidir qué comprar que cuándo hacerlo. Como dije, mientras a más largo plazo vaya, más irrelevante será el punto de entrada. En mi opinión, este no es un momento para tomar posiciones extremas. Estar totalmente en cash, por ejemplo, puede provocar que, en términos reales, la inversión tenga rendimiento negativo. Existe cuando menos la posibilidad de que la inflación se acelere si la Reserva Federal opta por bajar las tasas en forma extrema. Se estaría entonces en el peor de dos mundos, con tasas bajas y presión inflacionaria. Es importante ver que todas las medidas de política monetaria y todos los estímulos fiscales que hoy se discuten tienen potencialmente el riesgo de provocar inflación. Particularmente si el dólar reacciona a la baja, como consecuencia de tasas bajas en esa moneda, los precios del petróleo y otras materias primas reflejarán esa debilidad. Pero, como siempre, no es mala idea de tener algo de cash dentro de un portafolio de inversión bien diversificado, lo cual le resta volatilidad a la estrategia global, y permite tener municiones para aprovechar las oportunidades que se presentarán como resultado del errático comportamiento típico de estos momentos. Por ello, si se va a largo plazo es mejor quedarse tranquilo. Es importante asegurarse de que se está en papeles que tengan sentido, que la diversificación sea amplia y que no estemos rebasando nuestro límite de tolerancia al riesgo. Fuera de ello, es cuestión de simplemente dar tiempo a que el ciclo regrese, aunque sé que es siempre más difícil hacerlo que decirlo. Lo que sí le afirmo sin temor a equivocarme es que conforme la tempestad arrecie, se nos presentarán oportunidades de inversión que no vemos hace muchos años. Sin duda, es más fácil invertir con confianza cuando los mercados están fuertemente al alza, aunque estén caros. Pero las oportunidades reales se presentan cuando nadie quiere comprar. Cuando está diluviando, nadie voltea a ver la moneda tirada en el piso; están demasiado ocupados corriendo.

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