LA INTEGRACIÓN DE AMÉRICA DEBE SER ALCANZADA
POR NUESTROS PUEBLOS, SIN ODIOS, SIN EXCLUSIONES,
POR IMPERIOSA NECESIDAD COMÚN, REAL Y SENTIDA.
En su Poema 20, antes de su Canción Desesperada, Pablo Neruda, eximio poeta chileno, nos decía como empezar a narrar una tragedia, con palabras de alegría….”puedo escribir los versos más tristes esta noche…escribir por ejemplo, la noche está estrellada y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”…para de lleno comenzar a besar su propia angustia y relamerse en sus recuerdos, que es como cuando un alma amada desaparece, de pronto y se esconde en su fuga traidora, más allá del alcance de nuestras lágrimas. No obstante, si hemos amado, si de verdad quisimos, ni la penumbra de la más lejana distancia, retirará el amor de nuestros corazones y el amante que se fue, nos recordará para siempre…Reflexiones no sólo románticas, sino que caben en la realidad de hoy, cuando volvemos a hablar de un diseño incompleto, injusto y fugaz, de nuestro Continente, poniendo de relieve las fallas de nuestra historia. Al principio también estuvimos separados y los que hablaban en maya o en náhuatl, no podían entender a los que hablaban en quechua o en aimara, aún cuando ocupaban un mismo y amplio territorio, hemisféricamente hablando. El Descubrimiento y la Colonia lograron que nos entendiéramos y que adoptáramos, sacrificando nuestras culturas primigenias, otros valores que asumimos como propios y a los cuales hicimos renacer, transformándolos, a imagen y semejanza de nuestra peculiar geografía y del aporte especialísimo de nuestros aborígenes. Hablemos el idioma que hablemos, los americanos siempre hemos sido los mismos. Pertenecemos a “otro Continente”, distinto a Europa, Asia, África u Oceanía. Y somos, probablemente, más jóvenes que todos los demás en el mundo. No tenemos porque promover nuestra propia división, abrir hondas quebradas entre nuestros comunes caminos, trastocar nuestros cálculos geodésicos naturales y mirarnos como enemigos, cuando nuestra esencia humana es la misma, igualmente diestra y hábil para alcanzar los más laudables propósitos. Desde los glaciares del norte hasta la Patagonia, América es una sola. Pero la historia quiso que nos fragmentáramos y nos aisláramos en “naciones” que intentaron repetir, desde su nacimiento, la recurrencia feudal del viejo Continente, cuya cultura nos invadió. Pero… si fuimos capaces de entender mejor que los europeos a los Enciclopedistas y adelantar la primera de las grandes revoluciones democráticas del mundo, con la independencia de los Estados Unidos, antes de la gesta de los franceses, podremos hacer nuestra integración más completa, sin las hipócritas fronteras que aún se afirman en los demás Continentes. Sin confusión ideológica. Sin instituciones adversarias. Sin barreras ni murallas insalvables, para que no seamos desleales los unos con los otros. Sin que haya un centro de poder, ambicioso y “mordelón” y una pobre periferia famélica, a punto de fallecer cada vez. Es decir, revisando nuestro pensamiento para involucrar a Washington, a Bolívar y a San Martín en un-solo-todo de ejemplo magnificente, para participar con grandeza en la construcción del futuro de la humanidad, con nuestra identidad común y en sana convivencia con todos los demás pueblos de La Tierra. Que en estos últimos días de la translación solar del 2011, cuando recordamos, en Capricornio, los acontecimientos espectaculares del nacimiento de Jesús de Nazaret, venido al mundo, por la gracia de Dios, para unirnos a todos en un mismo sentimiento de solidaridad universal, estas largas y quizás fastidiosas reflexiones de mi espíritu sean mi contribución a la felicidad que todos Uds. buscan en su diario menester y que de verdad merecen. Dios los Bendiga a todos.
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