“Un pronunciamiento que sí preocupa a Chávez”
Que EE.UU. vea al Gobierno de Venezuela como aliado del narcotráfico sí le preocupa a Chávez. El sabe que desde ese mismo momento, los halcones van al acecho y no descansan hasta derrocar al gobernante “narcocomplaciente”. Hoy lo dice Pablo Aure en su columna de “El Carabobeño“.
El Gobierno se está tambaleando, y ojalá las apetencias individualistas del sector opositor, en este año electoral, no lo logren estabilizar.
Dejemos que siga en la cuerda floja. Sus piernas temblorosas pronto harán que se desplome. Pero no piensen que se está resistiendo a la caída, o que de alguna manera lo sorprendería. No, él sabe muy bien que le es imposible llegar al otro extremo y, por eso, con movimientos o brincos desesperados procura el desenlace.
Sinceramente, todavía no logro entender cómo aún se mantiene sobre la cuerda; pareciera que sinceramente estamos observando un acto de acrobacia muy serio y tenemos que mantener silencio para no asustar a quien lo ejecuta, aunque, en honor a la verdad, en ciertos momentos de la función no podemos ocultar que el público ha exclamado ooooohhh…. se cayooooó… Pero no, su habilidad ha sido tal que, luego de nueve años, todavía logra sostenerse. Presiento que al momento de caer sólo lograremos escuchar un estruendoso trancazo, porque ni siquiera la malla sujetada por sus subalternos y aduladores será capaz de amortiguar la caída.
Decir lo que dijo de la guerrilla colombiana fue un evidente desafío a la ley de gravedad. En otros tiempos, por declaraciones menos desequilibradas, cualquier otro equilibrista -perdón, quise decir Presidente- ya estuviera en el piso o en la jaula de los leones.
Observemos al maromero y ocupémonos de sus maromas
Chávez le ha dicho de todo al presidente colombiano. Lo único que le faltaba era pedir que se le reconociera el estatus de beligerante a la peor plaga que desde hace varias décadas mantiene azotada a la hermana república. Uribe ante tal afrenta, me imagino a sabiendas de que el ofensor no anda bien de la azotea, de manera parca exclama: “Reconocer como fuerzas beligerantes a las guerrillas colombianas sería como dar un golpe de Estado al sistema de justicia de un Estado democrático como el de Colombia”. No tenía por qué extenderse en el tema. Él intuye que sólo una mente enferma (congénitamente y sobrevenidamente, después del traumatismo electoral del 2 de diciembre del año pasado) puede darle el calificativo de beligerantes a quienes secuestran, asesinan y mantienen campos de concentración itinerantes.
El comportamiento de Chávez es similar al del esposo que quiere el divorcio pero no se atreve a plantearlo directamente; llega tarde y se pinta la camisa con lápiz labial, para ver si su esposa de una vez por todas lo bota. Así está Chávez con Uribe, en este caso esperando que el gobierno colombiano rompa relaciones con Venezuela. Pero Colombia no cae en el juego. Está demasiado claro que Chávez es una cosa y el pueblo de Venezuela es otra muy distinta. A las pruebas me remito. Vaya a los mercados, móntese en una camionetica; pregúntele a la gente qué piensa de la escasez, qué piensa de la inseguridad, de la inflación, del estado de las vías de comunicación, de la basura, del abandono de las escuelas, de los hospitales, etc. ¿De quién es la culpa? Es más, alguien me dijo que en el centro de Caracas ya no se ven franelas rojas.
Colmando la paciencia del vecino y sus aliados
Esa asociación de Chávez con la guerrilla colombiana, estoy convencido de que no producirá buenos frutos ni para el país ni para la región. Alianzas como éstas son las que nos aíslan. En lugar de solidificar los lazos históricos de hermandad entre Colombia y Venezuela, con la infeliz defensa a las FARC y al ELN se le ha declarado la guerra a Colombia. Y el que le pega a su familia se arruina. Probablemente Uribe por ahora no llegue a reaccionar, pero no todos en Colombia ven a Chávez de igual manera. No todos lo ven como un enfermo, muchos también lo evalúan como un peligroso enemigo al que hay que combatir y liquidar. Me refiero, por ejemplo, a los poderosos halcones del Norte, quienes con su Plan Colombia son los principales aliados del gobierno de Uribe. El pasado sábado, John Walters, zar antidrogas norteamericano, hizo quizás el más duro señalamiento que hasta la fecha haya hecho el gobierno de EE.UU. en contra de Hugo Chávez. No le dijo comunista, no lo tildó de desestabilizador, tampoco de dictador. Esta vez los cañones gringos dispararon plomo grueso: calificaron a Chávez como un “importante facilitador” para el tráfico de cocaína hacia otros países del continente y Europa.
Que EE.UU. vea al Gobierno de Venezuela como aliado del narcotráfico sí le preocupa a Chávez, ya que a él poco o nada le importa que lo califiquen de presidente antidemocrático, pues la historia revela que el imperio norteamericano nunca se ha limitado en hacer negocios con mandatarios de talante dictatorial. Pero cuando la droga se convierte en símbolo de un gobierno, las cosas cambian. Desde ese mismo momento, los halcones van al acecho y no descansan hasta derrocar al gobernante “narcocomplaciente”. Sólo basta recordar a Noriega en Panamá, quien todavía se encuentra purgando condena gracias a la intervención norteamericana.
Aves de rapiña
El proceder de Hugo Chávez demuestra que a él no le interesa el bienestar de su país. Únicamente se preocupa por la satisfacción de su ego y su ambición de erigirse como un gran líder internacional de la izquierda castrocomunista, por demás fracasada, sin importarle la trágica destrucción y el empobrecimiento del pueblo venezolano.
En el mundo ya lo ven así. No como el gran líder, sino como una estupenda oportunidad para sacarle provecho económico a sus aspiraciones; los bolsillos y las cuentas bancarias de los vividores están abarrotadas con el dinero de los venezolanos que el presidente vanidoso ha venido repartiendo para comprar simpatías.
Los vividores son eso: acompañan a la presa hasta el hueco, pero no se entierran con ella. Las sabandijas rápidamente marcaron distancia cuando el ególatra habló bien de la guerrilla; ni de casualidad se les ocurrió seguir chupando los petrodólares venezolanos cuando Chávez dijo semejante locura. Ni Argentina, ni Ecuador ni Bolivia le hicieron comparsa. Ellos saben, como lo sabe todo el mundo, que quien secuestra y asesina no puede tener otro calificativo sino el de terrorista.
Pablo AureEl Carabobeño
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